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Por Luis Carlos Sánchez
 
La oportunidad de estudiar los fundamentos del islam y su relación con la persona de Jesús es poco común, extraña, incluso hasta rara en una congregación cristiana. Al menos no es común en las comunidades de mi entorno. Y si acaso alguien aborda el tema es desde una posición completamente ajena a lo que realmente es esta fe practicada por millones de personas en el mundo.

Uno prefiere tomarse su tiempo, ponerse cómodo y prepararse para entrar a un universo poco comprendido en Latinoamérica.
No está demás advertirles que para este análisis el lector debe eliminar de su mente todo prejuicio errado que los medios de comunicación se han empeñado fijar en la mente del público occidental. De la misma forma es necesario distinguir entre los fanáticos religiosos y los creyentes comunes que se aplican a vivir una vida dentro del ámbito de la piedad.

Sería conveniente para cualquier cristiano no pasar por alto la perspectiva de una religión que se entrelaza en algunos puntos de la historia con el cristianismo. Según datos de la ONU, existen hoy alrededor de mil seiscientos millones de personas que profesan el islam.
Algunas estadísticas que he consultado afirman que tan solo en Holanda el 50% de los recién nacidos es musulmán. El fenómeno se hace patente en los demás países europeos y se prevé que para el año 2050 Europa estará completamente islamizada. Yo no sé si esto pueda ser real pero por alguna razón ciertos organismos anti islámicos están exigiendo a sus gobiernos poner restricciones a las comunidades con mayor índice de crecimiento musulmán.
En Estados Unidos, paradójicamente, las conversiones al Islam se incrementaron a partir de los incidentes del 11 de septiembre de 2001.

¿Qué es el Islam?

Su significado proviene de  la raíz árabe s­l­m que significa al mismo tiempo ‘sometimiento’ y ‘paz’ (salam).  El significado literal  de musulmán  (muslim)  es “aquel que se somete o se adecua a lo único real”.
Esta sumisión incondicional esta encausada hacia Dios, que en árabe es Allah. Su procedencia del arameo es Allaha. Por cierto, el arameo fue el idioma que hablaban los judíos en el tiempo de Jesús.

La falta de conocimiento por parte de muchos predicadores ha hecho pensar a los cristianos que el dios del Islam es un dios tribal o menor al del judaísmo aunque esta forma de pensar  no es muy común en los círculos de creyentes más documentados. Hoy por hoy los mismos cristianos en los países árabes se dirigen a su Dios como Allah.
Allah no tiene género ni número. Es considerado por el Islam el nombre propio de Dios y al mencionarlo, se sobrentiende con todos su atributos.

El verbo árabe “ta’allaha”  (o alaha), significa “ser adorado”. Por esta  razón en árabe,  la  palabra  “Allah”  significa “El que es o Merece  ser  adorado”. De esta manera, para el musulmán queda claro que al mencionar el nombre de Allah se está declarando el mensaje mismo del monoteísmo islámico.
El precursor de la fe islámica fue Mohamed a quien en occidente se le conoce como Mahoma.
 
¿Cuándo empezó este movimiento?

Si bien, el islam como religión nace a partir del siglo VII sus principios y la esencia de su mensaje - dicen los musulmanes - se remota a los mismos orígenes del hombre. Parte de Adán, primer profeta y adorador del único y verdadero Dios y continúa hasta Abraham, padre de Ismael, padre de gran parte de pueblo árabe.

El islam no es una nueva forma de entender a Dios ni crea una nueva divinidad. Su mensaje tiene como fundamento la unicidad de Dios.
El desconocer esto ha llevado a varios maestros de religión enseñar que los musulmanes son mahometanos y que el Islam es una religión que enseña una doctrina nueva.
A ojos de un musulmán es tan erróneo como decir que Jesús  vino a enseñar y a establecer una nueva religión.

Los musulmanes afirman que el catolicismo sí desarrolló nuevas doctrinas e hizo de la persona de Jesús objeto de adoración. Esa es la razón principal por la que muchos cristianos creen que los musulmanes hicieron lo mismo con Mohamed y que le adoran.

Jesús y Mohamed centraron su mensaje en la soberanía de Dios. Ambos instruyeron a sus sucesores en la predicación de la unicidad divina y les dejaron claro enseñar lo que desde antes estaba establecido.
Es importante notar que la predicación de Jesús y de Mohammed comienza atendiendo una necesidad inmediata y regional, pero con implicaciones universales.
El islam considera y respeta el mensaje de Jesús y el de los profetas hebreos que le antecedieron. Mantiene sus reservas sobre documentos y pasajes que evidencian interpolación y han despertado grandes dudas aun entre los mismos investigadores cristianos de hoy.

¿Quién fue Mohamed?

En el año de 541 d.J., nace en la Meca, Mohamed. Huérfano de padre y madre pasa a estar bajo la protección de su tío Abu Talib de la tribu Quraish (considerada noble por los árabes).
Durante 39 años de su vida se dedica al comercio incluyendo el tiempo en que pastoreo ovejas para el pueblo de La Meca.
Sus continuos retiros a la caverna de Hira, le llevan a tener las primeras revelaciones del mensaje profético que quedaría plasmado en el Corán (recitación).

La situación en la Arabia del siglo VII

Para entender la naturaleza de la vida mística de Mohamed y las circunstancias en las que predicó su mensaje, es necesario entender un poco su contexto histórico.

La península arábica estaba poblada por diferentes tribus de beduinos que por lo regular luchaban entre sí.
Las condiciones de vida en el desierto nunca han sido favorables, razón por la que un oasis con agua podía ser motivo de una sangrienta lucha.
Siendo que la identidad de los individuos se sustentaba en el clan, la fidelidad y la permanencia en este era vital para la supervivencia.

Escasamente se acordaban treguas pero había una muy importante y era la que se pactaba al visitar la ciudad de La Meca. Ahí, los habitantes de la península se reunían para rendir culto a sus dioses; unos de barro y otros de madera; se dice que los había hasta de oro.
Desde entonces y hasta el día de hoy se encuentra una gran piedra donde por tradición se afirma que Abraham e Ismael adoraban a Allah.
Sorprendentemente, un habitante de Meca se mantenía al margen de cualquier acto de adoración  a  dioses  paganos  y  este  fue  Mohamed. 

Impotente  para  evitar que los demás lo hicieran, se refugió durante largas jornadas en comunión con el dios de sus ancestros; Allah.
La vida moral y espiritual de los habitantes de Arabia no solo padecía del llamado pecado de la idolatría, también la falta de garantía a los derechos humanos. Los de la mujer eran casi inexistentes y la conciencia del cuidado de la naturaleza, en especial a los animales, no existía.

La situación en la Europa contemporánea

A partir de la caída del Imperio Romano de Occidente, (476  d.J.) los llamados pueblos bárbaros de norte integraban las nuevas naciones Europeas. Para el siglo VII, estas se consolidaban geográfica y políticamente. La Iglesia Católica se fortalecía en medio de sus continuas disputas internas. Fue precisamente esta época del cristianismo la llamada época de los concilios.

Aunque floreciente, el cristianismo católico arrastraba a occidente a la llamada era del oscurantismo. La iglesia de los mártires se convertiría en la de los verdugos. Las doctrinas desarrolladas en su seno se habrían de imponer a los fieles bajo la amenaza del cadalso y en casos más apremiantes, al exterminio de comunidades enteras que no confesaran la divinidad de Cristo o desconocieran la autoridad de Roma.

En oriente, sobrevivía el Imperio Bizantino. Con Eraclio I al frente, Bizancio alcanzaba su más grande esplendor. 
Los judíos, seguían como hasta el día de hoy; errantes e inmersos en una fe tan personal que no contempla la proclamación abierta de su fe a las naciones. Además, era una época difícil por las constantes represalias de las que eran objeto por parte de los cristianos.
Ese era el contexto no solo de la Arabia preislámica sino del mundo occidental. Por otra parte, el ministerio de un solitario individuo se forjaba en las entrañas de una caverna; mudo testigo de las revelaciones que trasformarían, espiritual, social, cultural y geográficamente al mundo en menos de 50 años.

No hay profeta en su tierra

Inicialmente y como muchos profetas, Mohamed dudó en acatar la responsabilidad que se le había encomendado. Una vez convencido de su encomienda, continuó hasta que el comercio de la idolatría se vio afectado con las primeras conversiones al Islam. Como consecuencia de esto, durante el resto de su vida Mohamed sería objeto de constante oposición.

En el año 622 d.J. Mohamed y sus seguidores fueron desterrados de la meca. Esta salida de su ciudad natal se le llama la Egira y marca el inicio del  calendario musulmán.
Habían pasado ya 13 años de predicación en Meca y 10 más en Medina. En estos últimos hubo batallas contra los habitantes de Meca; muchos de los atacantes eran miembros de la familia de Mohamed y opositores al islam.
Las victorias y las derrotas se vivían en ambos bandos. Con escasos trescientos hombres, ante el millar que los acosaba, los primeros musulmanes dieron testimonio de que Dios estaba con ellos.
Su permanencia en la batalla, sus éxitos y su estilo disciplinado para adorar a Allah en medio de las condiciones más difíciles, fue determinante para que los grupos nómadas de Arabia se les unieran.
A 23 años de su primer mensaje y sus primeros descalabros por las piedras que le lanzaban, Mohamed entra en Meca. Pero los musulmanes ya no eran esa minoría diezmada por las constantes refriegas que les propinaban sus enemigos; ahora eran un considerable un ejército de 10 mil hombres armados y unidos por una misma fe, una misma causa y un líder cuya confianza y convicción estaba plenamente depositada en Allah.

Ante la inminente derrota, los enemigos del islam se encontraban temerosos e   imposibilitados de defenderse; esperaban lo peor. 
 Mohamed entra en la Meca, se dirige inmediatamente al centro de adoración y destruye los ídolos. Con esto rompe también con toda conexión entre los adoradores y sus más preciadas tradiciones; proclama sin impedimentos que “no hay Dios más que Allah” y en un hecho sin precedentes otorga el indulto a quienes por años lo persiguieron y mataron a sus seguidores.

En menos de 100 años el conocido llamado a la oración, se escuchaba cinco veces al día. Desde España hasta China, pasando por todo el norte de África. Los imperios Persa y Bizantino sucumbieron ante arrollador ejército musulmán. De la misma forma, el barbarismo de los poderosos mongoles terminó por doblar su fe y sus rodillas ante Allah.
Judíos, Cristianos y Sabeos son conocidos por el Islam como la "gente del libro"; estos quedan facultados para practicar su religión bajo el protectorado del mundo islámico. Las artes y la ciencia tienen un desarrollo sin precedentes.

¿Qué se cree en el Islam?

Los cinco pilares del Islam son los siguientes:

1-La confesión de fe: No hay divinidad excepto Dios (Allah) y Mohamed es su mensajero.
2-La práctica del Salat: Oraciones que se hacen cinco veces al día.
3-El Zakat: Caridad a los pobres, (mínimo el 2.5 % de la riqueza de una persona)
4-El Ramadán: Ayuno que se practica una vez al año durante un mes comenzando con determinado ciclo lunar.
5- Peregrinación a la ciudad de La Meca: por lo menos una vez en la vida si se tienen las condiciones económicas, físicas y mentales para realizarse.

El Corán

El texto sagrado en el Islam es el Corán; consta de 114 capítulos llamados Suras, conformados con determinado número de versículos llamados Aleyas.
Por  fe,  se  acepta  que  el  contenido  de  este  compendio fue revelado por  Dios a Mohamed a través del Ángel Gabriel durante más de 25 años. Los textos fueron dictados a escribanos y supervisados por el mismo profeta.  También, desde un principio, fueron íntegramente memorizados asegurando su fidelidad para evitar que fueran interpolados.
Dentro de las responsabilidades del musulmán está la de documentarse y adquirir conocimiento. Por esta razón muchas de sus enseñanzas sobre el  universo y la naturaleza han sorprendido al mundo científico y son sometidas al juicio crítico de hombres de ciencia.
El Corán fue revelado originalmente en árabe y se mantiene así; La traducción a diferentes idiomas es solo eso, traducción, no El Corán en sí.
Los musulmanes aseguran que el Corán más antiguo que existe no difiere del actual.

Existen otros textos que se llaman Hadices (narraciones o referencias). Son textos que documentan las experiencias de quienes convivieron con Mohamed; registros históricos de lo que profeta dijo o hizo sin llegar a  considerarse sagrados.

El Islam se mantiene libre de una estructura eclesiástica evitando así la carga económica y social que esta impone a los fieles en otras religiones. Cada uno es libre de acceder a Dios. No existen misterios ni dogmas que compitan o distraigan al creyente en su experiencia personal con el Creador.

Los centros de reunión se llaman mezquitas y no hay butacas; los creyentes pueden permanecen en pie o sentarse en la alfombra. Se entra descalzo (a) no sin antes hacer la debida ablución (Ritual de purificación o lavado de  determinadas partes del cuerpo, como pies y manos).
Al fondo de cada mezquita está el Mihrab, es una especie de nicho desde donde se dirige la oración. La posición de este está dirigida siempre hacia la Meca.
La ecología es un tema de especial atención y el cuidado en el consumo de ciertos alimentos.

El musulmán no come carne de animal que haya muerto de muerte, tampoco come la sangre, la carne de cerdo y la del animal que se sacrifique en nombre de otro.

“Os ha prohibido sólo la carne mortecina, la sangre. la carne de cerdo y la de todo  animal  sobre  el  que  se  haya invocado  un  nombre  diferente  del  de Alá. Pero si alguien se ve compelido por  la necesidad ­no por  deseo ni por   afán de contravenir no peca. Alá es indulgente, misericordioso”. Corán 2:173

Resumen

-El Islam es hoy la religión de más rápido crecimiento en el Mundo y es “paz” y “sumisión a Dios”.

-Allah, en árabe, proviene del arameo Allaha y es el nombre de Dios; sin género ni número.

-El islam nace en el siglo VII época donde la predicación sobre la unicidad de Dios había tomado otros matices y anuncia al hombre el mensaje original de los profetas anteriores.

-Mohamed es considerado como el último mensajero de Allah.

-­El Islam se extendió rápidamente fuera de la Península Arábica al resto del mundo.

-Los pilares del Islam son cinco.

-El Corán es el libro de la revelación de Dios a Mohamed a través del ángel Gabriel para la humanidad.

-Los hadices son dichos y hechos del profeta, registrados por quienes convivieron con él.

-En el Islam el creyente se acerca directamente a Dios sin intermediarios ni clérigos.
 



SUFISMO

El lado místico del silam

El Sufismo es menos una doctrina o un sistema de creencias que una experiencia y una forma de vida. Es una tradición de iluminación que lleva adelante la verdad esencial a través del tiempo. Tradición que, sin embargo, debe ser concebida en un sentido vital y dinámico. Su expresión no debe permanecer limitada a las formas religiosas y culturales del pasado. La verdad del Sufismo requiere reformulación y expresión nueva en cada época. 

Esto no significa que el Sufismo vaya a transigir en su desafío con una sociedad obstinadamente materialista. Es y seguirá siendo una crítica al espíritu mundano- gracias al cual nace todo lo que nos hace olvidadizos de la Divina Realidad. Es y debe ser una vía de escape del laberinto de una cultura materialista en bancarrota. Más importante, sin embargo, es una invitación a lo significativo y al bienestar. 

El Sufismo, tal como lo conocemos, se desarrolló dentro de la matriz cultural del Islam. La revelación Islámica se presentó a sí misma como la última expresión del mensaje esencial traído a la humanidad por los profetas de todas las épocas. El Corán reconoce la validez de 120.000 profetas, o mensajeros, que han venido a despertarnos de nuestro mezquino egoísmo y recordarnos nuestra naturaleza espiritual. Confirmó la validez de revelaciones pasadas, al mismo tiempo que aseveraba que el mensaje original fue a menudo distorsionado en el transcurso de los siglos. 

El llamado del Sufismo a la universalidad se basa en el amplio reconocimiento de la existencia de un sólo Dios, el Dios de todas las personas y de todas las verdaderas religiones. El Sufismo entiende ser la sabiduría hecha realidad por los grandes profetas- incluyendo explícitamente a Jesús, Moisés, David, Salomón, y Abraham, entre otros, e incluyendo implícitamente a otros seres iluminados innominados de cada cultura. 

En el mundo Occidental de hoy existen diversos grupos bajo el nombre de Sufismo. Por un lado, están los que sostienen que no puede existir un verdadero Sufismo sin la valoración y práctica de los principios del Islam. Por otro lado, algunos grupos ignoran más o menos las raices Islámicas del Sufismo y toman sus enseñanzas de más atrás, de Sufis que pueden o no haber tenido contacto con enseñanzas específicamente Islámicas. Mas aún, hay quienes aceptan el Sufismo tanto en su esencia como en su forma, mientras hay otros que son Sufis en la esencia pero no en la forma. En mi opinión, una valoración y comprensión del Corán, de los dichos de Muhammad, y del Sufismo histórico es de incalculable valor para el caminante de la vía Sufí. 

Históricamente, el Sufismo no fue concebido como separado de la esencia del Islam. Todos sus maestros trazaron su iluminación a través de una cadena de transmisión que partía en Muhammad. Aunque pudieron disentir con ciertas interpretaciones del Islam, nunca cuestionaron la validez esencial de la revelación Coránica, ni fueron fundamentalistas en el sentido de interpretar rígidamente esa revelación o de desacreditar otras creencias. Muy frecuentemente ellos representaron los más altos logros dentro de la cultura Islámica y fueron una fuerza de tolerancia y moderación. 

Durante catorce siglos la vasta tradición Sufí ha contribuido con un cuerpo de literatura sin par en la tierra. De algún modo los principios directrices del Corán, y la heróica virtud de Muhammad y sus acompañantes generaron un ímpetu que permitió que floreciera una espiritualidad de amor y consciencia. Aquellos que siguen la vía Sufí hoy son los herederos de un inmenso tesoro de sabiduría y literatura. 

Comenzando con sus raices en el tiempo de Muhammad, el Sufismo ha crecido orgánicamente como un árbol de muchas ramas. La causa de la ramificación ha sido con frecuencia la aparición de un maestro iluminado cuyos métodos y contribuciones a la enseñanza han sido suficiente para comenzar una nueva línea de crecimiento. Estas ramas generalmente no ven a las demás como rivales. Un Sufí, en algunos casos, puede ser iniciado en más de una rama para recibir la gracia (baraka) y conocimientos de determinadas órdenes. 

Hay poco cultismo en el trabajo de los Sufis. Los Sufis de una orden pueden, por ejemplo, visitar las asambleas de otras. Incluso el carisma de un maestro en particular es siempre considerado desde el punto de vista de que es íntegramente un don de Dios. El carisma tiene valor en cuanto puede atar corazones de estudiantes a un ser humano que representa la verdad de la enseñanza, pero existen muchas salvaguardias para recordarle a todos que el culto a la personalidad y el orgullo excesivo por la propia afiliación son formas de idolatría, es decir, un gran pecado. 

Si hay una verdad central que el Sufismo distingue, es la unidad de ser, el hecho de que estamos integrados con lo Divino. Esta es una verdad que nuestra era está en inmejorable posición de apreciar- emocionalmente, debido a la contracción del mundo gracias a las comunicaciones y el transporte, e intelectualmente, debido a los desarrollos de la física moderna. Somos Uno: una comunidad, una ecología, un universo, un ser. Si es que hay una verdad digna de ese nombre, es que formamos un todo con la Verdad, que no estamos separados de ella. La comprensión de esta verdad tiene efectos en nuestro sentido de quienes somos, en nuestra relación con los demás y con todos los aspectos de la vida. El Sufismo tiene que ver con la comprensión de la corriente de amor que corre a través de toda forma de vida, con la unidad detrás de las formas. 

Si es que el Sufismo tiene un método central, éste es el del desarrollo de la presencia y del amor. Sólo la presencia puede despertarnos de nuestra esclavitud respecto del mundo y de nuestros propios procesos sicológicos, y sólo el amor cósmico puede abarcar lo Divino. El amor es la más alta activación de la inteligencia, pues sin él nada grande se lograría, ya sea espiritualmente, artísticamente, socialmente, o científicamente. 

El Sufismo es el atributo de aquellos que aman. Los amantes son personas que son purificadas por el amor, libres de sí mismas y de sus propias cualidades y completamente atentas al Amado. En otras palabras los Sufis no están inmersos en el servicio por alguna cualidad propia, pues ellos ven todo lo que son y tienen como perteneciente a la Fuente. Un antiguo Sufí, Shebli, decía: " El Sufí no ve nada más que a Dios en los dos mundos." 

Este libro es acerca de un aspecto del Sufismo: la presencia, y cómo se puede desarrollar esta presencia y usarla para activar nuestras cualidades humanas esenciales. Abu Muhammad Mutaish dice: “El Sufi es aquel cuyo pensamiento va al mismo paso que su pie, es decir, está enteramente presente: su alma está donde su cuerpo está, y su cuerpo donde su alma está, y su alma donde su pie está, y su pie donde su alma está. Este es el signo de la presencia sin ausencia. Otros dicen lo contrario: ‘El está ausente de sí mismo pero presente ante Dios’. No es así: el está presente consigo mismo y con Dios.” 

Vivimos en una cultura que ha sido descrita como materialista, alienante, neuróticamente individualista, narcisista, y más aún, vivida con ansiedad, vergüenza, y culpa. Desde el punto de vista Sufi, la humanidad hoy en día está sufriendo la peor de las tiranías, la tiranía del ego. Adoramos innumerables ídolos falsos, pero todos ellos son formas del ego. 

Hay muchas maneras en que el ego humano puede usurpar incluso los más puros valores espirituales. El verdadero Sufí es aquel que no reclama para sí ninguna virtud ni verdad, sino que vive una vida de presencia y amor abnegado. Más importante que lo que creemos es la forma en que vivimos. Si ciertas creencias conducen al exclusivismo, a la hipocresía, y al fanatismo, el problema está en la vanidad del creyente y no en la creencia. Si el remedio aumenta la enfermedad, es necesario un remedio aún más básico. 

La idea de presencia con amor puede ser el remedio más básico para el materialismo prevaleciente, para el egoísmo, y la inconsciencia de nuestra era. En nuestra obsesión con nuestros falsos yoes, en nuestro darle la espalda a Dios, hemos perdido nuestro Yo esencial, nuestra chispa divina. Olvidando a Dios nos hemos olvidado de nosotros mismos. Recordando a Dios empezamos a recordarnos nosotros mismos.

Presencia Viva. El Camino Sufi 
Kabir Edmund Helminski 
Traducción de Gaston Fontaine

Publicado y distribuido Editorial Thassalia 
Iradier, 19-21, 08017 Barcelona, España 
Tlf. (93) 211.46.12; Fax (93) 417.91.73

 
 
 
 
 
 
 
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